La cima de Monte Toro es, probablemente, el recurso turístico más visitado de Menorca.
Sus vistas panorámicas y los edificios de carácter religioso, militar y civil que la copan lo convierten, junto a su posición céntrica en la isla, en un lugar predilecto entre los turistas que quieren ver un poco más.
Con sus 358 metros, la montaña más alta de la isla es uno de los principales lugares que visitar en Menorca, y en este artículo vamos a explicarte todo lo que puedes querer saber sobre él.
Dice la leyenda que 2 jóvenes sacerdotes mercedarios ascendieron a la cima una noche, atraídos por unas luces que allí destelleaban. Al llegar se toparon con un toro enfurecido, el cual se calmó al contemplar las cruces que colgaban en su torso, guiándolos poco despues al lugar donde se encontraba una figura de la Virgen Maria.
Hoy, el conjunto arquitectónico de Monte Toro es un reflejo de su propia historia, ligadísima a la vida religiosa y a la vigilancia de las costas menorquinas, tan acechadas por los peligros del Mediterráneo a lo largo de su historia.
Se sabe que poco después de la conquista cristiana de la isla en 1287, ya se alude a un santuario gótico en la cima construido por los mercedarios, exactamente en una mención de 1291.
El primer documento que se tiene data de 1595, cuando el Papa impulsó la ocupación del templo por una congregación de monjes agustinos, que permanecieron allí hasta su expulsión a través de una desamortización en 1835.
La Desamortización de Mendizábal perseguía la expropiación de bienes a la Iglesia para vendérselos a pequeños propietarios, y así crear una pequeña burguesía en España.
Pero lo que ocurrío es que la entonces adinerada clase noble acabó comprando las propiedades, que en el caso de Monte Toro fué el Barón de las Arenas, de la Casa Olivar. Curiosamente el santuario sería revendido a la Iglesia en 1908.
Pese a ser una zona de caza de la nobleza, el Barón de las Arenas permitió que en 1876 el Obispo restaurara el santuario, consiguiendo que una comunidad de franciscanos habitaran en él, pero se marcharon al cabo de un año.
Tanto el santuario como el convento, pese a serlo y estar en funciones desde hace más de setecientos años (con interrupciones), a acabado poseyendo una arquitectura exterior puramente popular, adquiriendo todos los rasgos de las casas de campo de la época en la que fue remodelado por última vez.
Se tiene constancia de que en 1595 frailes agustinos lo ocuparon, época en la que el gobernador de la isla también mandó construir la atalaya que aún hoy existe.
Las profundas reformas realizadas por la Iglesia entre 1910 y 1928, transformó el santuario en lo que es hoy, con una arquitectura típica rural menorquina.
El Monumento a los Muertos de las Guerras de África se construyó en 1928.
En 1936, al principio de la Guerra Civil Española, la iglesia fue saqueada, y solo la figura de la Virgen se salvó de la quema gracias a la maniobra de un vecino, que la escondió durante toda la duración del conflicto.
Como es el caso de la práctica totalidad de la isla de Menorca, la montaña del Toro no tiene origen volcánico sino sedimentario. Destacan las capas, muchas veces replegadas, del Devónico, del Triásico y del Jurásico, lo que es normal el la parte septentrional de la isla.
Gracias a construcciones humanas como la carretera de ascenso y la mina abandonada, donde se extrajeron por un tiempo minerales de cobre, como calcosina, malaquita y azurita, los visitantes pueden contemplar los caprichos de la geología insular.
A día de hoy, el Obispado de Menorca es el propietario de las tierras, tras comprarlas al Barón de las Arenas en 1908. El convento ha sido ocupado y gestionado por diferentes órdenes religiosas, desde los hermitaños de las décadas de los años 40, 50 y 60 a las Hijas de la Sagrada Familia, una orden de clausura colombiana en 2020.
Resulta que por aquellos entonces Menorca estaba bajo dominación británica, como la Florida, que había sido cedida por España a Inglaterra.
Al parecer, un holandés llamado Andrew Turnbull abía abierto allí una colonia agrícola y vino a Menorca a contratar personas que estuvieran dispuestas a emigrar a Las Américas con la promesa de una vida mejor.
Las condiciones de vida y trabajo que estos menorquines, junto a otras personas de diferentes nacionalidades, se encontraron en New Smyrna, la colonia del Sr. Turnbull, fueron tan duras que las muertes se reportaron muy por en cima de las 900 personas.
En 1777 más de 600 menorquines huyeron del lugar y acabaron en San Agustín, una ciudad de la costa atlántica de lo que hoy es Estados Unidos.
Los descendientes de esas personas son considerados la colonia de habla catalana más antigua, conservando todavía hoy, casi 300 años despues, rasgos culturales y lingüísticos de sus orígenes.
