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Historia del Vino de Menorca

Menorca ha estado habitada desde aproximadamente el año 2300 a.C. Se sabe que los primeros habitantes eran, en gran medida, agricultores y ganaderos. Por lo que se refiere a la gricultura, el hallazgo de numerosos molinos de mano y de hoces apunta al cultivo de cereales, principalmente trigo y cebada.

Basándose en los textos de Timeo (siglo IV a. C.), Diodoro de Sicilia afirma que las tierras de las Islas eran de buena calidad, pero que no se producía vino. Los especialistas sostienen que el cultivo de la vid debió ser introducido por los púnicos en la época pos-talayótica.

El primer rastro de la presencia del vino en Menorca es un ánfora de vino masaliota, de finales del siglo VI a. C.

Se sabe que en los siglos siguientes el vino sería utilizado para rituales pero, si este no era producido en Menorca, ¿de dónde venía?

Durante las Guerras Púnicas, los honderos menorquines que luchaban como mercenarios en las filas de los ejércitos cartagineses invertían sus pagas y botines en vino y mujeres, con los que regresaban a la isla después de sus largos años de servicio. Debido a la indiferencia que los menorquines de la época sentían por todo tipo de monedas y metales preciosos, vino y mujeres eran bienes que convertían a estos veteranos en personas acaudaladas en aquella sociedad primigenia.

Gracias al naufragio de un buque en Binisafúller, se sabe que en el siglo III a.C. ya existía comercio de vino y cereales con la Península Ibérica y con el Mediterráneo Oriental, avalado ello a través del hallazgo de ánforas greco-itálicas.

Según Estrabón, los baleares desconocían el vino en tiempos prerromanos, pero otro autor clásico, Plinio, asegura que el vino balear alcanzó una buena reputacion por tener una calidad equiparable a la de los mejores caldos italianos, con lo que cabe entender que este fué introducido en Menorca en la época de las colonizaciones romanas.

Después de un tiempo de gran producción durante la dominación romana, el cultivo de la vid entró en declive, hasta no llegar a cubrir las necesidades de abastecimiento de Menorca, lo cual explica las importaciones regulares de vino de Mallorca hasta bien entrada la Edad Media.

Todo cambió con las dominaciones británicas, que a parte de traer a la isla una guarnición de entre 3000 y 4000 soldados, promovió fuertemente el comercio al declarar el Puerto de Mahón como puerto franco.

Esa época marcó fuertemente toda la zona de Mahón, Es Castell (antigua Georgetown) y Sant Luís, donde todavía hoy se puede observar una fuerte fragmentación del campo (a través de la típica pared seca menorquina), donde el cultivo intensivo del vino para abastecer a la población local, a la guarnición británica y las exportaciones, cubrió grandes extensiones del terreno cultivable de la parte oriental de la isla.

Cabe destacar que, por vasta que fuera la producción de vino de Menorca, esta siempre tuvo que competir con la entonces muy popular aguardiente, que se concretaría en la hoy apreciadísima ginebra menorquina, de receta holandesa.

A finales del siglo XIX la plaga de la filoxera acabó con la mayor parte del sector, que entró en un largo periodo de recesión que duraría hasta la década de los 80. Avivado por el interés local i turístico, una serie de iniciativas sentaron las bases para el auge que está viviendo hoy el mundo del vino menorquín, con técnicas y tecnologías modernas, con planta injertada de variedades nobles francesas y españolas, pero con la pasión de antaño.

Hoy se cultiva vino tanto en terrenos calcáreos como arcillosos, dependiendo del caldo que cada vinicultor quiera obtener. Variedades blancas de vino cultivadas en Menorca: Chardonnay, Moscatel, Macabeo, Parellada, Moll y Malvasía. Variedades de vino tinto: Cabernet Sauvignon, Merlot, Monastrell, Syrah y Tempranillo.

El intenso calor del verano menorquín es capaz de azucarar las uvas hasta el punto de producir vinos con graduaciones superiores al 12%.

Este nuevo auge de la actividad vinícola ha fraguado en la obtención del distintivo geográfico de Vino de la Tierra Isla de Menorca.